Encontrar un interesantísimo reportaje acerca de Vicente Ferrer en la sección “Tendencias” de La Vanguardia es una realidad y un deseo, el deseo de que exista la tendencia de existir cada día más gente como él.
Los números de la Fundación Vicente Ferrer son escalofriantes y hacen intuir un proyecto muy complejo:
– Más de 1.900 pueblos que reciben la ayuda de la Fundación
– Más de 136.000 niños apadrinados
– Más de 3.000 personas contratadas en India, muchas de ellas son intocables (dalias)
– Sólo tienen un 10% de gastos de administración
Sin embargo los mensajes son muy sencillos.
“¿Qué aconsejaría a las ONG ricas para que su dinero llegue a sus destinatarios?
Nosotros tenemos el principio de no acumular nada, todo debe repartirse, debemos ser pobres. Yo no tengo casa propia.”
Y es que Vicente Ferrer vive en alquiler.
Hablando de los pobres: “Y los necesito, porque mi corazón está hecho para quererlos”
Esta última reflexión refuerza un pensamiento que surgió en mi tras mi último viaje a África.
¿Qué esconde el interior de los misioneros?
Nunca antes había conocido misioneros y allí pude conocer a Miguel Ángel y Pepe en el Valle de Mang’ola y a Yago en Tandale , Dar es Salaam.
La experiencia de conocer a estos misioners fue muy enriquecedora. Me hizo reflexionar mucho acerca de la vida de estas personas y también hizo que ahora los admire.
La causa de de admiración amás habitual que ayudan a los demás sin pedir nada a cambio.
Sin embargo, palabras como las de Vicente Ferrer refuerzan mi idea. Sí que reciben algo a cambio, aunque no sea material. Los misioneros aman la labor que desarrollan. Inicialmente su misión es la evangelización, pero esta acaba quedando pronto en segundo plano ante la necesidad que sienten de ayudar. Ayudar a la gente les proporciona esa felicidad que todo hombre anhela.
¿Por qué admiro a los misioneros?
Lo que realmente me parece digno de admiración en los misioneros son 2 cosas.
Una es que son fieles a sí mismos, a sus ideas, a lo que les proporciona la felicidad. Sienten algo ahí dentro que les empuja a irse lejos de su casa y se lanzan a pesar de lo que dejan atrás. Tienen las ideas muy claras.
Otra es su constancia. En muchos casos han llegado a su misión literalmente con una mano delante y otra detrás, sin capacidad de comunicarse por no conocer el idioma, viviendo en una tienda de campaña en medio del campo, sin dinero….
No cejan nunca en su empeño, siempre luchan y su sentido del éxito no se basa en el nº de personas a las que ayudan, en una mejor posición, en un reconocimiento social. Su satisfacción está tan ligada a eso que sienten ahí dentro que es muy difícil que elementos externos puedan afectar negativamente a su autorealización.
Los grandes olvidados
Los misioneros son, seguramente, uno de los colectivos más olvidados por la sociedad española. Los misioneros tienen una vocación religiosa, pero sobretodo humanitaria, y están pagando esa antipatía hacia la Iglesia muy presente en nuestra sociedad.
Por otro lado, en muchos casos, el hecho de no estar constituidos como ONGs dificulta que puedan conseguir subvenciones por parte de las Administraciones Públicas.
Desde aquí, mi reconocimiento para todos esos misioneros que llevan decenas de años lejos de sus casas, entregados a la población local para la que son, en casos como el de Vicente Ferrer, personas santas.